¿Por qué un color que parecía perfecto al momento de elegirlo se ve diferente una vez aplicado?
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La percepción del color es el resultado de una interacción compleja entre la luz, los materiales y el ojo humano. Comprender estos mecanismos es fundamental, especialmente en sectores como el de los recubrimientos en polvo, donde la fidelidad cromática es sinónimo de calidad y fiabilidad.
Cuando la luz incide sobre un objeto, algunas longitudes de onda se absorben y otras se reflejan. El color que percibimos depende de la luz reflejada, pero no es solo una cuestión física: el ojo humano interpreta el color a través de tres tipos de fotorreceptores (conos S, M y L), cada uno sensible a un rango diferente de longitudes de onda.
El rojo, por ejemplo, es percibido principalmente por los conos L, que tienen un pico de sensibilidad alrededor de los 565 nm – una longitud de onda más cercana al amarillo que al rojo puro -. Esto hace que la percepción del rojo sea menos precisa que la de otros colores, un aspecto crucial en sectores donde la exactitud cromática es esencial.
No toda la luz es igual. Las fuentes de luz tienen distribuciones espectrales diferentes, lo que influye en cómo se perciben los colores. Además, el entorno también juega un papel importante: paredes de colores, superficies reflectantes o distintos ángulos de observación pueden alterar significativamente la apariencia del color.
Un fenómeno estrechamente relacionado con la iluminación es el metamerismo: dos colores pueden parecer idénticos bajo una luz y completamente diferentes bajo otra. Este efecto es especialmente problemático en colores complejos como el rojo, pero puede afectar a cualquier tono. Por eso es esencial probar los colores bajo diferentes condiciones de luz para evitar sorpresas tras la aplicación.
La fidelidad cromática también depende de la química de los pigmentos. Los pigmentos puros reflejan selectivamente las longitudes de onda deseadas, mientras aquellos contaminados o inestables pueden distorsionar el tono final.
En el caso del rojo, la dificultad es doble: no solo es más difícil de percibir con precisión, sino también más complejo de producir en forma pura y estable. Las impurezas o variaciones en la composición pueden dar lugar a matices no deseados.
Reproducir un color con fidelidad no es cuestión de suerte, sino el resultado de decisiones técnicas y controles rigurosos:
En RIPOL, la fidelidad del color no es solo una cuestión estética, sino un compromiso técnico y cualitativo que rellena cada fase del proceso productivo. El objetivo es garantizar que cada tonalidad – en particular las más complejas, como el rojo – mantengan coherencia, estabilidad y brillo con el pasar del tiempo. Este resultado es fruto de un enfoque integrado que combina rigor científico, tecnología avanzada y una cultura empresarial orientada a la calidad:
La fidelidad cromática es un desafío técnico que requiere competencia, rigor e innovación.
RIPOL lleva años transformando lo que para muchos es una dificultad en una fortaleza reconocida: colores fiables, repetibles y coherentes en el tiempo, incluso en las condiciones más exigentes.
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